La Calle del Burro: Un Relato de Compromiso y Redención
Estamos en España, alrededor de 1937, en la Extremadura de la Guerra Civil. Mi abuelo solía pasear por la Plaza Chica de la ciudad. Era de noche y se dirigía a visitar a su amigo, un famoso cantante de flamenco. Llevaba varios años con mi abuela y estaban a punto de casarse. Mi abuela estaba embarazada y, en aquellos tiempos, cuando eso ocurría, uno tenía que casarse.
Volviendo a lo que quería contar, mi abuelo caminaba por la Plaza Chica en una fría noche de invierno. Tenía que atravesar una calle conocida como "La calle del burro", un lugar frecuentado por mujeres de vida alegre, es decir, prostitutas, como todavía dice mi madre. Mientras pasaba por allí, vio a una joven, más o menos de su misma edad, sosteniendo a un bebé y llorando desconsoladamente. Ella llevaba puesto solo un camisón de franela y, con el intenso frío, mi abuelo no pudo simplemente seguir adelante sin hacer nada. Así que decidió preguntarle qué pasaba.
La joven le contó que había tenido una discusión con su pareja, quien también era su proxeneta, y la había echado a ella y a la niña de la casa. Sin dudarlo, mi abuelo decidió ayudarla. No podía dejarla allí, expuesta al frío, con un bebé. Por lo tanto, le pagó una noche en un hostal para que pudiera pasar la noche allí. Al día siguiente, volvió a visitarla y pagó otra noche en el hostal. Finalmente, decidió alquilar una casa para que ella y su hija pudieran vivir dignamente.
A pesar de que mi abuelo se casó con mi abuela, mantenía en secreto esta otra relación con la joven. Comenzó a realizar actividades "poco legales" en su empresa para mantener ambas casas, haciendo todo lo posible para que mi abuela no se enterara de la existencia de la otra mujer. Sin embargo, finalmente fue descubierto y pasó varios años en prisión.
Durante su estancia en la cárcel, mi abuelo descubrió algunas cosas sobre mi abuela y se dio cuenta de que ambos estaban atrapados en un matrimonio sin amor, llevando vidas separadas. Cuando salió de la cárcel, ya sabía lo que iba a hacer. Había reflexionado mucho durante su tiempo en prisión. Dejó a mi abuela y se llevó a los niños con él y su nueva pareja. Aunque nunca se casaron, estuvieron juntos hasta que ella falleció, cuatro años antes que mi abuelo.
En resumen, no tenía dos abuelas, sino tres. A veces, ella actuaba más como una abuela que la que se suponía que era de mi propia sangre. Me di cuenta de que no debemos hacer las cosas solo porque se espera que lo hagamos.
Ellos se vieron arrastrados por los demás a pesar de la falta de amor.
Lo que resultó años difíciles para mi madre y sus hermanos, debido a esa situación.
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