Estaba tumbada en la cama, no podía concentrarme, ni leyendo podía. Llevaba varias noches que no me dejaba dormir el maldito ruido. De noche era más intenso, sentía que me estaba volviendo loca.
Me levante de la cama «Viene de fuera» Pensé. Estaba decidida averiguar que demonios pasaba.
Andaba por la inmensa casa oscura y silenciosa. Cada vez más se notaba el dichoso ruido, agucé el oído para escucharlo mejor. Era «¿un latido del corazón?». El latido venía de la biblioteca. Ranz nunca me había enseñado la biblioteca, hacia poco que había venido de La Habana y apenas tuve tiempo de conocer las demás partes de la casa, de nuestra habitación apenas había salido. El latido se hacía más fuerte que empezaba a levantarme dolor de cabeza. Gire la manilla de la puerta pero no se abría, estaba cerrada. El latido apenas me dejaba pensar pero recordé que siempre guardaba un manojo de llaves en uno de los cajones de la cómoda.
Fui corriendo por el pasillo hacia nuestra habitación, abrí la cómoda y allí estaban, las cogí, iba a salir de la habitación cuando me di de bruces con Ranz. Venía bebido y en su mirada se veía que venía con una sola intención.
– ¿Me echabas de menos?, Me preguntó con esa sonrisa burlona. El corazón me latía tan fuerte que ya no sabia si era mi corazón el que escuchaba o el de la biblioteca.
Después de una eterna hora ya estaba roncando. Me levante con mucho cuidado, lo menos que quería era despertarlo. El latido estaba ahí fuera y no dejaba de sonar.
Delante de la puerta me pregunté «¿Me estaré volviendo loca?» Después de probar varias llaves por fin una abrió.
La habitación era preciosa, de madera, la más grande que había visto hasta ahora. Tenía cuadros que cubrían casi una pared entera, y libros.
Había un cuadro que parecía que venía de ahí el latido. Ponía; Cabeza de mujer con los ojos cerrados por Albero Durero. Me acerqué más y el latido se intensificó tanto que me estaba dando arcadas. Lo cogí entre mis manos y lo descolgué. Paró de sonar el maldito latido. Note que había algo suelto y pesado dentro del cuadro. Quite el rebajo y después la trasera del cuadro y allí estaba una libreta de piel roja. En ella había anotaciones de cuadros, direcciones y teléfonos de gente que no conocía. Pero lo peor de todo ponía cantidades grandes de dinero. Ahora era mi corazón el que escuchaba y sentía que iba a salirse del pecho. A las anotaciones de cuadros con fechas y dinero, mucho dinero había después de pasar varias paginas en blanco un relato. Me quede helada con lo que leía «¿Sería verdad o mentira?».Me pregunté.
Esta libreta roja era como la Caja de Pandora. Después de leerla y releerla me di cuenta que ya nada sería igual, todo había cambiado.
– ¿Que demonios haces? Me espetó Ranz dándome un tremendo susto haciendo que tirase el cuadro.
– ¿Como pudiste hacerlo? Le chille.
– ¡Por ti lo hice! ¡lo hice por ti!. Me gritaba mientras se me acercaba.
– Yo no te pedí que hicieras nada de eso, eres un asesino y ladrón.
Iba decidida a salir de la biblioteca pero él me paró dándome un empujón que me hizo caer al suelo clavándome los cristales rotos.
El seguía justificando todo lo que había hecho, según él, lo había hecho por un bien mayor. Me dolía la cabeza, parecía una pesadilla, sentía que no era real nada de eso y de nuevo el latido del corazón tic tac, tic tac, ya no podía más.
Él me sacudía para que recapacitara pero ya no había cuenta atrás.
No vi venir lo que iba a suceder o tal vez si pero la oscuridad se empezó a cernir sobre mi, el silencio por fin también.
Anoche la esposa del director del Museo del Romanticismo Teresa Ranz se suicido en su casa de Madrid. Hoy numerosas personalidades de mundo del arte y las letras acompañan a la familia que en estos últimos años le han golpeado la tragedia varías veces.
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