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Las mil y una noches

 

Las mil y una noches 

Estaba nerviosa y no dejaba de mirar el móvil, sería la primera vez que estaríamos juntos después de pasar mil noches hablando. Lo conocería, lo vería físicamente y no a través de una pantalla. Estaba en la puerta de hotel Barceló Torre de Madrid y aunque no había entrado se veía bastante bonito y de lujo, en una de las plazas más bellas que había visto, si os digo que está en la misma Plaza de España Madrid ya os podéis imaginar cómo debe ser. El lo había planeado todo y por lo poco que estaba viendo me sentía como en la película Pretty Woman. Podría haber entrado pero estaba tan nerviosa esperándolo y que imponía ya solo por fuera el hotel, que tenía algo de vergüenza de no saber que hacer allí mientras llegaba. 

Lo vi aproximarse y me entró ganas de echar a correr y esconderme detrás de cualquier cosa. Empezó a sudarme las manos y palpitarme el corazón tan fuerte que pensé que allí mismo me daría un infarto. Iba guapísimo con un vaquero y una simple camiseta, pero iba guapísimo. Yo sin embargo iba demasiado arreglada, yo misma me asombré cuando me puse unas sandalias de tacón de aguja con el vestido largo de flores pequeñas de Zara. Iba guapa, peinada, maquillada y con tacones pero esa no era yo, preferiría unas deportivas a la tortura de las bonitas y maravillosas sandalias color fucsia. Entramos al hotel y nos registramos. Yo no dejaba de mirar de un lado a otro, simplemente era precioso el hall. Me fije en la guiri que bajaba con su pareja, iba en zapatillas. Subimos a nuestra habitación y si era bonito el hall imaginaros las habitaciones, sin palabras, sobre todo cuando abrí nuestra habitación y vi las vistas que teníamos de Madrid, cada vez me sentía más en la película Pretty Woman. 


Bueno que deciros que fui para estar un fin de semana a Madrid a conocerlo y no vi Madrid. No salimos del hotel apenas, allí lo teníamos todo. Una terraza maravillosa, con unas vista a Madrid impresionante. Daba igual si subías de día o de noche era maravilloso ver el skyline de Madrid. Luego bajábamos un ratito a su wellness. Pensé que no nos sentiríamos cómodos pero todo lo contrario fue lo que necesitabamos intimidad para conocernos además de estar rodeado de buena comida y vistas. No necesitábamos más, ya tendría oportunidad en otro momento de conocer Madrid. Era tan maravillosa las vistas que en ninguna de  las tres noches cerré las cortinas. Era tan bonito mirar desde la cama Madrid que no hacía falta salir, ella venía a mi.
Nos despedimos y sentí pena, pena de no saber cuando nos volveríamos a ver de nuevo y pena de dejar un sitio así. Me hizo sentirme bien. 



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