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Ni Pío

 Ni Pío 



- ¡Es imposible dormir! ¡Callaros ya! -Decía mi hermano Ángel que abría la puerta de nuestra habitación de mala leche.

- ¡Mamá ven! -Gritaba también Rodrigo desde la otra habitación.

- A Marta le gusta Carlos, a Marta le gusta Carlos. -Decía Leo mientras se echaba encima de mi.


Se suponía que debíamos dormir temprano para que viniera Los Reyes Magos pero mi hermano Leo le gustaba chincharme, había leído mi diario y llevaba toda la noche con ello. Mi hermana Laura, ella solo reía. Tenía la risita floja y sí reía mucho … se hacía pis encima.


- ¡Harta me tenéis! ¡Dormiros ya! Aquí no   

vendrá ni Reyes ni leches. - Chillaba mi    madre.


Nos dijo “No quiero escuchar ni pío”. Mientras dejaba la puerta de la habitación abierta.

Leo no dejaba de mirarme en la cama de abajo de la litera.

- ¡Mira lo que tengo! - Me decía mientras agitaba con la mano mi diario

- ¿Como sabias donde estaba? -Me levante de la cama y me fui hacia él.


Él no lo soltaba, chillaba que parecía un guarro el día de la matanza. Laura sus carcajadas hacía temer lo peor. Se haría pis en la cama. 

- Por vuestra culpa. -Decía Laura poniéndose de pie con todo el pantalón del pijama mojado.


Ahora nuestras risas resonaban en toda la casa.

Sin darme cuenta mi madre me saco de la cama de Leo de un tirón. 


- Esto no puede ser. -Chillaba mi madre.

Mi padre que nunca se metía, que todo se lo dejaba a mi madre, esta vez vino.

- Ven aquí. -Me agarro y me llevo a la habitación de mis hermanos mayores - Nacho vete tú a la cama de tu hermana. -Dijo mi padre.


Yo me dormiría en la habitación con Ángel y Rodrigo y Leo con Laura y Nacho. Mi madre después de cambiar la cama a Laura apagó todas las luces y se hizo el silencio en la casa. 

Se habían enfadado de verdad. Pero yo no podía dormir. Después de estar dándole vueltas en mi cabeza a todo lo que habíamos hecho ese día, me quede dormida. 

Me despertó la voces de Laura en la otra habitación.

- ¡Vinieron Los Reyes!

Ya era de día así que ya podía levantarme. 

A nosotros no nos dejaban los regalos en el árbol si no que nos lo dejaban a los pies de la cama junto a nuestras zapatillas. Pero esta vez mi regalo no estaba “¿Tal vez al no verme en mi cama no me lo habían dejado?” Me pregunté 

Leo le pasaba lo mismo no estaba su regalo. “¿Nos habrían castigado sin regalo?” 

Fuimos al salón donde mi madre estaba dándole el pecho a mi hermana pequeña Ángela.

- ¿Mamá no encontramos nuestros regalos?-Le dije.

- Normal con tanto alboroto lo habéis confundido. -Nos contestó mi madre mientras nos señalaba a Leo y a mi el árbol de navidad.  


Había varios regalos pero no ponían nombres, no se sabía para quien era. Nos dijo que era tres regalos para cada uno. Que eligiéramos al azar. El primero que elegí era una bufanda y guantes azules, el segundo un microscopio, el último era un coche eléctrico. A Leo le había tocado una bufanda y guantes rojos, un bebé Nenuco malito y Chocolandia.

- ¡Mama! Leo tiene lo que yo quería 

- Y tú tienes lo que yo quería, dámelo - Me grito Leo dándome un tirón cayendo al suelo la caja con el coche eléctrico.

- Si seguís así os lo voy a quitar a los dos, entonces os quedaréis sin regalos. 

- Pero esto no lo quiero. -Le dije a mi madre.

- Es lo que has elegido, te hubieras portado bien y así Los Reyes Magos no se habrían confundido.

- Podéis compartir y jugar juntos.- Decía mi padre desde su sillón mientras se comía un trozo de roscón de reyes, cosa que no podía hacer porque era diabético.

 

Después de un rato y analizar decidimos jugar juntos y compartir. Al final me gustó jugar con él. Fue un día de reyes distinto a los demás. Después de eso cuando llegaba la esperada noche dormíamos sin “Decir ni pio”


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