Cenizas de una mujer.
Tenía 35 años y ya había tenido cinco hijos. Era 1969 y vivían bajo la dictadura de Franco. Era una sociedad machista. Pero mi madre no era de las que se quedaban en casa a que su marido viniera de trabajar. Ella tenía que trabajar.
El dinero no alcanzaba porque tenia un marido alcohólico al que no le importaba gastarse el pan de sus hijos.
Las mujeres de antes renunciaban a ser eso, mujeres, parecían esclavas. Solo engendraban hijos y tenían que aguantar cualquier cosa por ellos, «¿violencia de género?» eso no existía. Si te pegaban, te lo merecías, algo habrías hecho.
Un día fue al médico, le iba a pedir algo que sabía que era ilegal, pero ella iba apelar a la caridad de que pudiera entenderla y le diera la píldora anticonceptiva. Necesitaba que le ayudara. Le costaba alimentar y cuidar a cinco hijos y sabía que ella era la única que podría evitar un embarazo ya que él siempre estaba borracho y era imposible confiar en él.
El médico muy famoso en esa época en Badajoz le contestó «ni aunque mi madre me lo pidiera se lo daría» estaba condenada a sufrir.
Era enero del 1970 y el nuevo año estaba empezando mal, hacia unos días sabía que estaba de nuevo embarazada de mi hermano Ángel, tenia un mal presentimiento. Él jamás conocería a este niño. Se despertaron y como siempre mi madre arreglaba a mis hermanos para llevarlos al colegio mientras el dormía, pero esta vez lo despertó. Tenía que ir al médico de cabecera ya que tenía revisión.
Ya se habían vestido y estaban preparados para salir cuando sintió un ruido, ella miró y vio que se había caído al suelo. Al principio pensó que se habría tropezado con tantas cosas que había por el medio hasta que se acercó a él. Tenía los ojos abiertos, pero su mirada no decía nada, estaba vacía. Dio un grito que los vecinos supieron de inmediato que algo malo había pasado. Estaba muerto.
Embarazada, con cinco hijos, viuda y con tan solo 35 años.
Trabajó embarazada hasta los siete meses. Se fregaba de rodillas. Sus manos llenas de sabañones de fregar con agua helada y los cayos del trabajo duro que hacía dista mucho de las manos de una mujer de hoy, con manicuras de fantasías y mil cremas a cual más hidratante.
Eran el antítesis de la mujer actual, pero gracias a ellas, a sus vivencias hemos aprendido de sus errores.
Ellas dejaron de existir como individuos, y solo vivían por el bien de sus hijos anteponiendo su felicidad, sus sueños.
Ella me enseño que una mujer es más que un vientre al que engendrar.
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