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LA LIBRERÍA DE GERTRUDE AND ADELINE

La librería de Gertrude and Adeline


Ya llevaba varios libros en la cesta pero echaría un último vistazo para ver si había algo más que me pudiera llevar.


—Olivia vamos a cerrar—dijo Adeline.

—¡Ya voy!—conteste desde el fondo de la librería—,siento ser tan pesada. 

—¡Que dices! —me dijo con una sonrisa burlona—, siempre serás bienvenida aquí, eres mi clienta preferida.

—Tu siempre tan cariñosa.

—Son 20 dólares.

—¿En serio?—le pregunté sorprendida—,¿20 dólares por seis libros que están nuevos?.

—Ya sabes que soy buena negociadora para conseguir lo mejor para mis clientes.


Salí de la librería con mis nuevas adquisiciones, era un día caluroso de diciembre y veríamos el desfile del carnaval de navidad de la ciudad. Estaba esperando en la terraza a que mis amigas empezarán a llegar para comer.

Mientras ellas venían echaría un vistazo a lo que había comprado. Al abrir uno de los libros había unas fotografías que no habíamos visto ni Adeline ni yo entre las hojas. Era una chica rubia, pelo rizado y largo, estaba en lencería erótica, con una pose en la que el espejo situado detrás de ella estaba estratégicamente colocado para que se tuviera una visión de ella desde todos los ángulos. En la parte de atrás de las foto ponía Gloria.

Esa noche no pude dormir pensando quién sería y que habría sido de ella. Decidí que debía contárselo a alguien o me volvería loca, se lo enseñe a mi madre, la cara le era familiar, pero no recordaba el porqué, mi tía que nos escuchó se unió a la conversación. 

Le enseñe las fotos y no tardo en reconocerla.

—Es Gloria—dijo mi tía sin dudarlo—,¿Lily no crees que sea la chica que desapareció en mayo del 1984?—preguntó mi tía que era conocida por su memoria de elefante.


Empezamos a buscar en internet a la chica que decía mi tía y “bingo” eran iguales solo que en las fotos que había en el libro estaba rubia y en cambio en las fotografías que salía hablando de su desaparición estaba morena.

—Está foto es después de su desaparición—dije—, estoy segura.

—¡Calla Olivia!—me grito mi madre—, déjalo estar.


No podía, fui de nuevo a la librería y le enseñé el libro y las fotos a Adeline. Empezamos a buscar en los libros que habían venido en el mismo lote. 

—¡Bingo!—grite enseñándole otra fotografía de Gloria—,¡Otra más!.


Esta vez la cara de Gloria quería decirnos algo, después de mirarla detenidamente parecía que tuviera golpes y ataduras que intentaba disimular con maquillaje.. Seguimos buscando, la última se veía mejor. Tenía hematomas que ni el maquillaje podía tapar. Adeline buscó desde donde venían. Después de horas buscando  por fin dimos con la persona que había traído ese lote. Lo había encontrado en una caja abandonada en la calle 907 de Clarence Garden. 

Estábamos en el 907 de Clarence Garden. Según nos había dicho la caja se había encontrado cerca de la entrada del bosque urbano Queen’s park. 

Estuvimos hasta que oscureció buscando si había algo más abandonado, pero no encontramos nada.

Al día siguiente decidí volver a buscar de nuevo. Esta vez llevaba un aparato que me había dejado mi amigo Sam que servía para encontrar metales. Después de horas el aparato empezó a sonar. 

Con las manos empecé a escarbar en la tierra «Mi madre se pondrá hecha una fiera» Pensé al mirarme la manicura que me había hecho el día antes para estas fiestas y como se encontraba ahora toda llena de tierra.

Tocaba algo, era una caja roja de latón. Al abrirla había una especie de diario y en el fondo mas fotos de chicas. 

Llevaba ya varias horas leyendo el diario que me había encontrado, parecía que era un hombre el que narraba su día a día. Hablaba de un accidente que había sufrido y había desfigurado su rostro. Odiaba la belleza y por ello los espejos. Le lleve el diario a Adeline ya que llevaba toda la vida viviendo aquí, ella seguro que sabría que chico tuvo un accidente de tráfico en el que se desfiguró el rostro. 

Ella no lo sabía pero empezamos a indagar hasta que dimos con el posible accidente y con él. Había ocurrido en el 1975, el chico estudiante universitario que volvía para pasar las vacaciones en casa, era Paul Milat. Era guapísimo hasta el accidente. «¿Podría ser él? Me pregunté. 

Sospechábamos que el diario y los libros fueron abandonados por la empresa de mudanzas. Se había mudado a Two Wells a 40 kilómetros de Adelaida. Ni Adeline ni yo nos lo pensamos dos veces y fuimos a Two Wells. Era una ciudad pequeña pero preciosa. Nos fijamos que había carteles de una chica recién desaparecida el corazón por un instante sentí quien se paraba. Era mucha la casualidad de que él se encontrara aquí y ya había una desaparición. 

No tardamos mucho en encontrar donde vivía, en una ciudad pequeña todos se conocen y enseguida se enteran si viene alguien nuevo. De nuevo era una casa, aislada y con sótano. Es ese tipo de casas que cuando pasas delante de ella aceleras el paso. Estuvimos esperando pero no hubo movimiento hasta que no se hizo de noche. Vimos que se abría la puerta del garaje y salía con su escarabajo amarillo. Adeline no estaba de acuerdo que entrase en la casa, decía que debíamos llamar a la policía pero yo sabía que no nos harían mucho caso y no había tiempo que perder.

Entre en su jardín y fui hacia un lateral de la casa donde había visto una ventana. La ventana daba para la cocina, la rompí. Entre en la cocina, estaba limpia, recogida. Estaba buscando el sótano y de pronto escuché la voz de una mujer, venía del sótano. Salí corriendo dando gritos 

—¡Adeline llama a la policía! —gritaba mientras corría hacia la calle —,¡la chica está aquí!, ¡está aquí!.



Un asesino entre nosotros 


Aún desconocemos el nombre de las Sherlock Holmes australianas pero gracias a ellas han podido detener a un asesino en serie. Paul Milat se le atribuye la muerte de 10 mujeres más el secuestro de Anita Novich. En su antigua casa la bautizada como «La casa de los horrores» se han encontrado 9 cadáveres y no se descartan más. 






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