Veinticuatro siete 24/7
Salí corriendo de casa, otro día más llegaba tarde para recoger a los niños, no me daba la vida, le faltaban horas a mi reloj. Primero recogía a mi peque Mateo de diecinueve meses y después los pequeños monstruos que tenía por hijas, las gemelas Carla y Marta de tres años, Jimena de seis y Barbara de ocho.
No me había dado cuenta con las prisas pero llevaba mal colocado el vestido y por detrás se había quedado subido, con lo que estaba enseñando todo mi culo blanducho y blancucho, «Cuando se lo cuente a las niñas tendré conversación para todo el camino y que estén entretenidas» Pensé.
Le di las gracias a una mamá que estaba esperando a que sacaran a su peque también de la guarde que me aviso y pude evitar el bochorno.
Mateo su saludo fue vomitarme el yogur que le acababan de dar. Mi día parecía que mejoraba por momentos. Intenté esquivar el saludo de Mateo pero acabó cayendo algo en mi vestido. Intenté con las prisas quitar lo que pude, olía a rayos.
Iba corriendo con el carrito, Mateo iba llorando porque no quería ir sentado, sabía lo que quería, ir en brazos, pero no era el momento.
Siempre cuando llegaba al colegio, estaba el conserje esperando abajo en la puerta donde había un hall bastante grande donde podíamos las mamás que llevábamos carrito dejarlos ahí. Siempre me miraba con cara de querer decirme «Eres una mala madre, siempre llegas tarde». Es lo que yo pensaba.
Subí la escalera corriendo con Mateo en brazos. Metía la mano en mi vestido, sabía lo que quería “teta” pero no era el momento. Dios mío lo que me faltaba, no era suficiente con enseñar el culo que ahora también las tetas.
Íbamos ya camino a casa, Mateo quería brazos, Marta también quería brazos. Lo normal es ir a casa andando pero este día ya estaba teniendo suficiente, íbamos a coger el bus que solo eran dos paradas.
Llegamos a la parada, sentí el ruido de la alarma de mi móvil. Dios que agradecida estaba de las alarmas en los móviles. Desde que era madre mi memoria no era la que fue.
Tenía que ir a buscar el maldito tutú rojo de las gemelas para la actuación y el clavel rojo para Jimena.
Ya en el bus las gemelas querían estar de pie en los asientos. Mientras tanto Jimena y Barbara reñían por sentarse cerca de la ventana. Mateo no quería carrito y lloraba. Yo intentaba que se calmasen, mientras los del autobús me miraban con ojos de querer decirme « Estas educando a bichas salvajes, maleducadas» No se si lo pensaban ellos o yo.
Bajamos del autobús mientras les murmuraba «Hoy os quedáis sin dibujos esta noche». Aunque a decir verdad el castigo era también para mi ya que mientras veían los dibujos cenando podía yo cenar tranquila y recoger tranquila. «¿Es mucho pedir?» Me preguntaba.
Entramos en el bazar que había al lado de casa. Antes de entrar les advertí que nada de tocar, ni chillar y mucho menos decirme «¡Mama! quiero esto, quiero aquello» El castigo sería no comer helados este fin de semana.
Parecía que se lo había dicho a la pared, hicieron todo lo que les había dicho que no hicieran.
Ya nos íbamos cuando la chica nos llamo la atención, Carla llevaba un peluche en la mano que ni cuenta me había dado. Pensó que nos lo queríamos llevar sin pagar, bueno ella y las personas que estaban en la cola para pagar. Lloraba a mares que quería el peluche pero se lo hice llevar, me daba igual lo que dejaran de pensar la gente, pero estaba cansada que se salieran con la suyas.
El grupo de WhatsApp de las actividades extraescolares no dejaba de sonar, eran como cotorras, no paraban. Tenia seis grupos solo de las actividades extraescolares. Los silencie todos. « ¿Esas madres no se cansan nunca? Pensé.
Mientras íbamos de vuelta a casa no me había fijado en el desnivel que había en la acera, tropecé y caí. El móvil voló y cuando cayó en el suelo supe que sonó a pantalla rota.
Las niñas al verme en el suelo se asustaron, enseguida fueron a levantarme. Vi sus caras de miedo y se les veía que estaban asustadas. Vieron que tenia sangre en la rodilla y en las palmas de las manos. Enseguida sacaron de las mochilas que siempre llevábamos colgadas en el carro con mil cosas, una tirita y agua para limpiarme las heridas.
Se me paso el enfado y el humor de perros que llevaba. Vi su amor sincero.
Estaban dormidas y yo me quede despierta para organizar todo lo que teníamos que llevar para la actuación, maquillajes, lacas, horquillas, tutús …
Me acordé de mi madre. Ahora entendí lo que me quería y lo poco que se lo había agradecido. Recuerdo las horas que echaba de noche para hacerme los disfraces o la ropa de exhibición de gimnasia rítmica.
Hacía días que no la llamaba, ese día me di cuenta que debía sacar todos los días a partir de ahora un ratito para llamarla. Hoy sería el primer día.
No me había dado cuenta con las prisas pero llevaba mal colocado el vestido y por detrás se había quedado subido, con lo que estaba enseñando todo mi culo blanducho y blancucho, «Cuando se lo cuente a las niñas tendré conversación para todo el camino y que estén entretenidas» Pensé.
Le di las gracias a una mamá que estaba esperando a que sacaran a su peque también de la guarde que me aviso y pude evitar el bochorno.
Mateo su saludo fue vomitarme el yogur que le acababan de dar. Mi día parecía que mejoraba por momentos. Intenté esquivar el saludo de Mateo pero acabó cayendo algo en mi vestido. Intenté con las prisas quitar lo que pude, olía a rayos.
Iba corriendo con el carrito, Mateo iba llorando porque no quería ir sentado, sabía lo que quería, ir en brazos, pero no era el momento.
Siempre cuando llegaba al colegio, estaba el conserje esperando abajo en la puerta donde había un hall bastante grande donde podíamos las mamás que llevábamos carrito dejarlos ahí. Siempre me miraba con cara de querer decirme «Eres una mala madre, siempre llegas tarde». Es lo que yo pensaba.
Subí la escalera corriendo con Mateo en brazos. Metía la mano en mi vestido, sabía lo que quería “teta” pero no era el momento. Dios mío lo que me faltaba, no era suficiente con enseñar el culo que ahora también las tetas.
Íbamos ya camino a casa, Mateo quería brazos, Marta también quería brazos. Lo normal es ir a casa andando pero este día ya estaba teniendo suficiente, íbamos a coger el bus que solo eran dos paradas.
Llegamos a la parada, sentí el ruido de la alarma de mi móvil. Dios que agradecida estaba de las alarmas en los móviles. Desde que era madre mi memoria no era la que fue.
Tenía que ir a buscar el maldito tutú rojo de las gemelas para la actuación y el clavel rojo para Jimena.
Ya en el bus las gemelas querían estar de pie en los asientos. Mientras tanto Jimena y Barbara reñían por sentarse cerca de la ventana. Mateo no quería carrito y lloraba. Yo intentaba que se calmasen, mientras los del autobús me miraban con ojos de querer decirme « Estas educando a bichas salvajes, maleducadas» No se si lo pensaban ellos o yo.
Bajamos del autobús mientras les murmuraba «Hoy os quedáis sin dibujos esta noche». Aunque a decir verdad el castigo era también para mi ya que mientras veían los dibujos cenando podía yo cenar tranquila y recoger tranquila. «¿Es mucho pedir?» Me preguntaba.
Entramos en el bazar que había al lado de casa. Antes de entrar les advertí que nada de tocar, ni chillar y mucho menos decirme «¡Mama! quiero esto, quiero aquello» El castigo sería no comer helados este fin de semana.
Parecía que se lo había dicho a la pared, hicieron todo lo que les había dicho que no hicieran.
Ya nos íbamos cuando la chica nos llamo la atención, Carla llevaba un peluche en la mano que ni cuenta me había dado. Pensó que nos lo queríamos llevar sin pagar, bueno ella y las personas que estaban en la cola para pagar. Lloraba a mares que quería el peluche pero se lo hice llevar, me daba igual lo que dejaran de pensar la gente, pero estaba cansada que se salieran con la suyas.
El grupo de WhatsApp de las actividades extraescolares no dejaba de sonar, eran como cotorras, no paraban. Tenia seis grupos solo de las actividades extraescolares. Los silencie todos. « ¿Esas madres no se cansan nunca? Pensé.
Mientras íbamos de vuelta a casa no me había fijado en el desnivel que había en la acera, tropecé y caí. El móvil voló y cuando cayó en el suelo supe que sonó a pantalla rota.
Las niñas al verme en el suelo se asustaron, enseguida fueron a levantarme. Vi sus caras de miedo y se les veía que estaban asustadas. Vieron que tenia sangre en la rodilla y en las palmas de las manos. Enseguida sacaron de las mochilas que siempre llevábamos colgadas en el carro con mil cosas, una tirita y agua para limpiarme las heridas.
Se me paso el enfado y el humor de perros que llevaba. Vi su amor sincero.
Estaban dormidas y yo me quede despierta para organizar todo lo que teníamos que llevar para la actuación, maquillajes, lacas, horquillas, tutús …
Me acordé de mi madre. Ahora entendí lo que me quería y lo poco que se lo había agradecido. Recuerdo las horas que echaba de noche para hacerme los disfraces o la ropa de exhibición de gimnasia rítmica.
Hacía días que no la llamaba, ese día me di cuenta que debía sacar todos los días a partir de ahora un ratito para llamarla. Hoy sería el primer día.
Te quiero Mai
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